
Cuando llegamos a Liubliana la capital de Eslovenia buscando el área de autocaravanas nos perdimos el punto que nos marcaba el navegador era el museo de trenes, el director del museo al ver que nos habíamos perdido y explicarle que visitaríamos la ciudad en un día nos permitió aparcar dentro del museo y quedarnos a dormir allí, muy amablemente nos enseñó donde había un supermercado y farmacia cercanos.

Cogimos nuestras bicis y nos fuimos para tener un primer contacto con la ciudad, el primer sitio que visitamos fue el barrio de Metelkova un área urbana que une el ambiente más artístico, cultural, creativo, intelectual y alternativo situado entre los edificios de un antiguo cuartel militar del ejército esloveno de la antigua Yugoslavia. Por la noche se apodera del lugar el bullicio de los bares, las discotecas y los espacios para conciertos, especialmente los fines de semana. Dentro de este barrio está el único hotel que te hará sentir como estar en la cárcel, la singularidad de este alojamiento radica en que sus habitaciones se ubican en las antigüas celdas de la prisión que había en el cuartel manteniendo incluso las puertas enrejadas, pero su interior ahora está decorado para convertir los antiguos habitáculos de castigo y aislamiento en acogedoras habitaciones de descanso. Nos sorprendía todo a cada paso, los grafitis, colores, esculturas, un barrio en continuo cambio.

El carril bici nos permitió llegar al centro fácilmente, el centro y sus principales puntos de interés estaban todos muy cerca, todo estaba muy limpio y ordenado, llegamos a la Plaza Preseren es el punto de encuentro principal de la ciudad contiene poesía, religión y lujo en un mismo espacio abierto La Plaza Preseren de Liubliana representa el centro urbano de la capital, y en ella se encuentran localizados algunos de los elementos más característicos y emblemáticos de la ciudad. Situada al pie del castillo, en el corazón histórico de la localidad. Lo más curioso de la plaza es que en verano tiene un aspersor colgado en el medio, y a gran altura, que pulverizaba agua para refrescar a todos los que por allí pasan.
La plaza aparece presidida por la barroca Iglesia franciscana de la Anunciación, con su peculiar fachada de color rojizo que con el pasar de los años parece rosada.
Junto a ella se levanta el monumento a France Preseren, el poeta esloveno, si sigues la mirada del escritor encontrarás en una fachada una pequeña estatua de Julija de quien estaba enamorado el poeta asomada en el balcón donde vivía.

Liubliana está atravesada por el río Ljubljanica con sus aguas cristalinas y como si del juego de la oca se tratase iremos de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente.
Cruzamos por el puente triple es un grupo de tres puentes que cruzan el río Conecta el Liubliana histórico, medieval y céntrico a un lado, y la ciudad moderna. El puente central está en parte construido con caliza. Fuimos al mercado situado en la ladera del río, el siguiente puente fue el de los carniceros es un puente moderno con una barandilla de hierro y cables de acero. Al más típico estilo parisino, el puente se encuentra repleto de candados, habiéndose convertido en el símbolo del amor de la capital eslovena.
El mercado exterior estaba lleno de puestos de frutas, verduras, flores, la explosión de olor y color, no pudimos resistirnos y degustamos una cestita de frutas del bosque con sus moras, frambuesas, grosellas riquísimas.

El siguiente puente y el más famoso es el de los Dragones símbolo de la ciudad 4 dragones, dos a cada lado del puente lo custodian, existe una leyenda que relaciona al héroe mitológico Jasón con el origen de la ciudad. Según esta leyenda Jasón, junto a los argonautas, mató a un feroz dragón y salvó a una virgen que estaba secuestrada por un dragón. Incluso hoy existen leyendas locales que dicen que cuando una virgen cruza el puente, los dragones menean la cola.

El emblema de la capital eslovena es sin duda alguna su famoso castillo, el Ljubljanski grad, de origen medieval y situado en una colina que goza de una céntrica ubicación en el medio de la ciudad. Esto le otorga unas vistas sobre toda la capital que ya de por sí valen la pena la subida hasta allí. Llegar hasta el castillo es muy fácil: es constantemente visible desde cualquier punto de la capital y existen varios senderos que serpentean hasta los pies del castillo. Sin embargo, para quienes no tengan los ánimos de hacerlo a pie, pueden tomar el histórico funicular que une el castillo con la base de la pequeña montaña.
Seguimos nuestra ruta y continuamos hacia la Biblioteca el edificio vestido, si te fijas bien, verás que las piedras y ladrillos que conforman la fachada intentan asemejarse a un tejido textil. Las ventanas, se convierten en los pliegues habituales del tejido, y la entrada es la corbata.
Para terminar el día nos fuimos a la autocaravana y dimos un paseo por el museo de los trenes ya que estabamos acogidos allí por la hospitalidad del director, esas máquinas tan grandes en deshusos oxidadas daban un poco de miedo y pena.
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